1980 | Citroën CX Prestige injection

Citroën CX «Prestige»

En 1977, el «Prestige» fue el primer CX en incorporar la inyección por tubo de admisión, lo que le proporcionó una potencia total de 128 CV y una velocidad máxima de 190 km/h.

El CX Prestige era más que un simple coche de gama media-alta: era una promesa de serenidad y fiabilidad. En una época en la que muchos coches competían por llamar la atención, se ganó los corazones no por su volumen o ostentación, sino por su silenciosa grandeza.

Su comodidad de conducción era legendaria: las irregularidades de la carretera se transformaban en ondas apenas perceptibles, y cada trayecto se convertía en un suave viaje. Quien se sentaba en el CX Prestige no se sentía simplemente transportado, sino llevado, casi flotando.

Pero no solo la elegancia de su comodidad lo hizo popular. También fue su naturaleza fiable, esa rara mezcla de refinamiento francés y solidez tradicional. El CX Prestige ofrecía seguridad en el día a día y dignidad en los viajes largos, y eso fue precisamente lo que lo convirtió en un compañero apreciado.

El 27 de marzo de 1980 comenzó el viaje de este Citroën CX Prestige, no como un automóvil cualquiera, sino como representante, como coche oficial del alcalde de Estrasburgo. Sirvió con dignidad y serenidad en el día a día oficial, antes de pasar a manos de un coleccionista tras su retirada del servicio. Finalmente, el 20 de junio de 2010 llegó a manos de su actual propietario, que lo ha conservado con esmero hasta hoy y lo ha llevado regularmente al taller para su revisión.

Su cuentakilómetros marca 17 015 kilómetros, una cifra que a primera vista parece casi demasiado buena para ser verdad, pero que resulta plausible teniendo en cuenta su historia y el excelente estado de conservación de su interior. Cada mirada al interior lo confirma: aquí no se ha conducido con prisas, sino con respeto. Sin embargo, el meticuloso libro de ruta muestra que el cuentakilómetros de 5 dígitos ha dado una vuelta completa y, por lo tanto, ha recorrido 117 015 km.

La tecnología se presenta tal y como se espera de un coche de prestigio: la transmisión semiautomática C-Matic cambia con suavidad, el motor 2.4i ronronea satisfecho como un gato, se muestra técnicamente sano y fiable, aunque suda un poco de aceite. Este ligero sudor no es inusual en vehículos de esta edad y es más una expresión de pátina auténtica que de un defecto real. Esto no afecta en modo alguno al funcionamiento, sino todo lo contrario: el coche funciona bien, el motor funciona con suavidad y todo el sistema de transmisión da una impresión de honestidad y buen mantenimiento.

La dirección y los frenos funcionan con precisión y transmiten confianza. El aspecto exterior también denota originalidad: con un espesor medio de pintura de 120 micrómetros, está prácticamente como nuevo, solo una zona del tamaño de un posavasos en el guardabarros derecho delata un pequeño episodio en la Costa Azul. Allí, un suave arañazo dejó una marca que fue cuidadosamente reparada y que hoy es casi como una pequeña cicatriz con historia.

Técnicamente impecable: no hay óxido por ninguna parte, el cierre centralizado funciona de forma fiable, como confirma con orgullo la pequeña luz verde del interior. Y en la parte trasera se abre lo que hace que el Prestige sea único: un espacio amplio y luminoso, creado para viajes largos en perfecta tranquilidad.

Un coche que demuestra que la verdadera grandeza no reside en la pompa, sino en la confianza que inspira, día tras día, kilómetro tras kilómetro.

Así se presenta hoy, con la ITV válida hasta la primavera de 2027: un testigo automovilístico de su época que no solo cuenta historias, sino que está listo para escribir otras nuevas: ¡las suyas!